sábado, 14 de marzo de 2015

La vida es cine: depende del orden en el que montemos los planos.

Vladimirovic Kulechov fue un conocidísimo cineasta soviético; todo un pionero en lo que a lenguaje audiovisual se refiere. Kulechov experimentaba con la forma de montar sus productos visuales, con la comunicación, con la narrativa de la imagen. En definitiva, con el orden en el que montamos los planos... en nuestra mente. 

Uno de sus experimentos acabó siendo un hito en la historia del cine. Demostró que dos planos sucesivas no son interpretados de manera independiente por quien los observa, sino que el cerebro los integra.
¿Cómo? Kulechov grabó a un actor inexpresivo que debía mantener la misma expresión facial durante toda la filmación. La pauta de la emoción era esa: debía ser inexpresivo. El actor no estaba alegre, ni triste. No estaba furioso. No sentía lástima. No estaba entusiasmado, ni acongojado en absoluto. Nada. Cero emoción. Cero expresividad. 
Este fue el resultado... 


El cineasta ruso utilizó esa filmación para intercalarla con otros planos; Una joven muerta. Un plato de sopa. Una mujer recostada. 

Cuando proyectaba el montaje del plano del actor inexpresivo seguido de alguno de los otros tres planos filmados, entre quienes lo visionaban se generaba una sensación, y esta dependía del plano segundo... y no del actor. 

- ¡Siente lástima por la joven!
- Pobre, está hambriento... 
- Desea a la mujer. La observa de manera lasciva. 

El actor no sentía lástima, ni hambre, ni lujuria. El actor no expresaba emoción, pero nosotros, dependiendo del contexto, tenderíamos a crearla...


La vida, es cine. La vida juega con nosotros como jugaba Kulechov. Nos enseña planos sueltos y somos nosotros los que armamos la emoción. Nuestras experiencias previas, nuestro presente, nuestros miedos, sueños y pesadillas, son especies de "niñas muertas", de "sopas" o de "mujeres recostadas". 

Un mismo suceso, un mismo problema, un mismo éxito, lo viviremos de manera muy diferente según el plano al que decidamos remitirnos para montar nuestra película. Las cosas son simples, nosotros las hacemos complejas. 

Por eso, nosotros y solo nosotros, podemos decidir la emoción que rige cada película. Porque en este sentido, la vida, es cine... 

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