domingo, 26 de abril de 2015

El alma entrenada

Decidí, por aquel entonces, apuntarme a un gimnasio. Empecé a entrenar a base de una rutina de ejercicios de pesas, nada de cardio: puro trabajo de fuerza muscular. Entrenamientos duros, de esos que sacan callos en las manos y formas donde antes no las había.
Probablemente la meta, cuando se comienza un entrenamiento así, no es otra que "volverse más fuerte", sin flacidez. Todo apuntaría a que lo estoy logrando.
Digo "probablemente" y uso el condicional y no el presente simple en esta última frase porque, en el fondo, no estoy tan segura, a pesar de lo que puedan decir el espejo, la báscula o la cinta métrica, y es que hace unos días, tuve la ocasión de hablar con una persona que se siente, literalmente, “flácida”. Sin ánimo de ofender a nadie, que esta persona tiene un físico maravilloso, pero me hizo darme cuenta de cuan equivocado tenemos el concepto “fuerte”.
Hay demasiada gente “fofa”. Y, evidentemente, no hablo del físico…
Hay gente con el alma anoréxica. La anorexia distorsiona la percepción de la realidad, lleva a la persona a dejar de alimentarse y, como consecuencia, el cuerpo gasta todas sus reservas, hasta finalmente consumir el tejido muscular. La persona, así, se vuelve raquítica, enferma. Triste. Hay gente con el alma anoréxica. Con la percepción de una realidad emocional distorsionada, que han dejado de alimentarse de emociones y consumido todas las reservas de pasión e ilusión que les quedaban. Almas raquíticas. Enfermas. Tristes...
Hay gente con el alma afectada de obesidad mórbida. Se han desvarado la capacidad de digerir. Han intentado engullir más de lo que debían. Y ahora, tienen el alma descolgajada y blanda.
Hay gente con el alma vigoréxica. La quieren cada vez más fuerte, cada vez más dura. Cada vez menos fácil de herir… y de abrazar. Los vigoréxicos suelen emplear diuréticos para lo que comúnmente se denomina “secarse”, para definirse mejor. Hay gente que tiene el alma dura… y seca.
Todos tenemos el alma imperfecta. Nos obsesionamos con que el cuerpo no sea como el alma. Intentamos seducir mediante él, mediante su apariencia. Intentamos que nos admiren y nos quieran por eso que se ve… porque el alma, resta oculta.
Voy a seguir entrenado porque me gusta “ser una chica fuerte”. Pero me encantaría descubrir, algún día, dónde está el gimnasio “del interior”.
Donde logra uno volverse fuerte… De verdad.