martes, 23 de septiembre de 2014

Piensa con las tripas...

"Tienen que encontrar aquello que aman", decía un Steve Jobs consagrado. Y dicho así, y por él, parece fácil.

Hay que encontrar aquello que nos saque de la cama, que nos mantenga hambrientos, alocados. Hallar aquello que, al hacerlo, nos aporte pasión, alegría y entusiasmo. Las tres sensaciones. Juntas. A la vez. Porque entonces, andaremos cerca de ser felices.

El primer reto, y nada fácil, consiste en encontrar el "aquello" al que aludía Jobs, pero cuando por fin lo encuentras, llega el verdadero desafío, del que el padre de MAC no dio tantas pistas: no dejar de amarlo.

Cuando descubres qué es aquello para lo que el esfuerzo, el tiempo y las ganas nunca parecen ser demasiados, o dicho de un modo más poético, cuando tomas conciencia de cuál es el sueño que deseas cumplir, llega el problema. Y cuanta más convicción hubiera acerca del sueño, más fuerte se volverá.

Llega el miedo. Llega la duda.

Es entonces cuando nos decidimos a marcarnos metas "más realistas, más cercanas". No nos engañemos; "eso", no es nuestro "aquello". Comenzamos a dar palos de ciego, a diversificar, a recorrer caminos que tal vez nos acerquen a nuestra meta. Tal vez no.

Dejamos de hacer lo que sabíamos que queríamos para hacer cosas que en cierto modo se le parecen. Así, es como acabamos haciendo cosas que nada tienen que ver con nuestro sueño inicial.

Las metas "cercanas", nos alejaron.

Nos marcamos esas metas pseudo-mediocres movidos por el miedo, por la duda. Y esas motivaciones, nunca acaban bien. Llegamos a la conclusión equivocada de que si fracasamos en esas metas viables... ¿cómo vamos a alcanzar las tan ambiciosas que planteábamos al principio?

Diversificar, es alejarse.
Recorrer caminos al azar, es alejarse.

Si sabes lo que quieres, si tienes la suerte de estar entre esos afortunados que encuentran el "aquello que aman", no titubees. No dudes. No pierdas el tiempo en caminos alternativos.
Márcate las metas que tenías al principio y no las rebajes. No las atenúes. No las aminores.
Tienes más posibilidades de alcanzar esas metas que las de consolación que surgen después. Y sino, que el fracaso venga al menos por el lado de lo que de verdad querías y no de lo que te convenciste que era el máximo que podías lograr.

Piensa con las tripas. Haz eso que te cause dolor de estómago, aunque a veces, también, te ocasione dolor de cabeza.

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